12/14/2008

Lo que la biblia dice...

Sobre la homosexualidad y el matrimonio gay. Les posteo un artículo del Newsweek al respecto que me pareció muy interesante; por un momento vamos a suponer que todos los personajes de la biblia si existieron y por tanto a darle cierta seriedad analizando lo escrito en ella.

Lo que dice la Biblia

Por Lisa Millar – (Newsweek)


Los opositores al matrimonio gay suelen citar las Santas Escrituras. Pero tal vez no las leyeron como corresponde.

Intentemos creer por un minuto a los conservadores religiosos y definamos el matrimonio según la Biblia. ¿Acudiremos a Abraham, el gran patriarca, que se acostó con su sierva cuando descubrió que su amada esposa Sara era estéril? ¿O a Jacob, quien procreó con cuatro mujeres diferentes (dos hermanas y sus siervas)? Abraham, Jacob, David, Salomón y los reyes de Judá e Israel, todos estos patriarcas y héroes eran polígamos. El modelo del matrimonio que encontramos en el Nuevo Testamento no es mejor. Jesús mismo era soltero y predicó la indiferencia hacia los apegos terrenales, especialmente la familia. El apóstol Pablo (también soltero) consideraba al matrimonio como un último recurso para los incapaces de contener su lujuria animal. “Es mejor casarse que arder en la pasión”, afirmó. ¿Acaso algún matrimonio heterosexual contemporáneo —que probablemente se despertó el día de su boda con algunas ideas optimistas y novedosas sobre la igualdad de género y el amor romántico— recurriría a la Biblia como un guión sobre cómo llevar su relación? Claro que no, pero los opositores religiosos al matrimonio gay deberían hacerlo. La batalla sobre el matrimonio gay duró en Estados Unidos más de una década, pero en los últimos seis meses —desde que California legalizó el matrimonio gay y luego enmendó su Constitución para prohibirlo, con una iniciativa decidida por votación en noviembre— el debate se agudizó. En la Argentina, en tanto, hay proyectos de ley para.

Desde 1860, cuando los púlpitos estadounidenses estaban llenos de pastores que se pronunciaban a favor y en contra de la esclavitud, ninguna de las instituciones sociales (y económicas) básicas estuvo tan sujeta al escrutinio bíblico: los opositores al matrimonio gay usan la Biblia para objetarlo.

La discusión es semejante a la declaración que el reverendo Richard A. Hunter, un ministro metodista unido, dio al Atlanta Journal-Constitution en junio: “La Biblia y Jesús definen al matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer. La iglesia no puede condonar o bendecir los matrimonios entre homosexuales porque se oponen a la escritura y a nuestra tradición”.

Para lo cual existen dos respuestas obvias: en primer lugar, aunque la Biblia y Jesús dicen muchas cosas importantes acerca del amor y la familia, ninguno de los dos define explícitamente al matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer. Y en segundo lugar, como lo demuestran los ejemplos anteriores, ninguna persona moderna y sensata desea que el matrimonio luzca en todos sus detalles algo como lo que la Biblia describe. En EE. UU., el concepto de “matrimonio” se refiere a dos cosas distintas, una institución religiosa y una civil, aunque a menudo se combinan ambos. Como institución civil, el matrimonio ofrece beneficios prácticos a ambos miembros: derechos contractuales impositivos, seguro, la atención y custodia de los hijos, el derecho de visita y la herencia. Como institución religiosa, el matrimonio brinda otra cosa: un compromiso de ambos miembros de la pareja para amarse, honrarse y respetarse el uno al otro en conformidad con la voluntad de Dios. En un matrimonio religioso, dos personas prometen cuidarse una a la otra de manera profunda, del modo en que creen que Dios los cuida. Quienes siguen el texto bíblico en sentido literal discreparán, pero la Biblia es un documento viviente que mantuvo su poder por más de 2.000 años porque sus verdades nos hablan incluso mientras cambiamos a través de historia. De acuerdo con esto, las Escrituras no nos dan ninguna buena razón por la que los homosexuales y las lesbianas no deban estar (civil y religiosamente) casados, y sí varias excelentes razones de por qué deben hacerlo.

En el Antiguo Testamento, el concepto de familia es fundamental, pero existen muy pocos ejemplos de lo que conservadores sociales denominarían “la familia tradicional”. El matrimonio era importante para la transmisión de la tradición y la historia, así como para mantener el preciado y débil monoteísmo de los judíos. Pero como señala Alan Segal, erudito de la Universidad de Barnard y especialista en la Biblia, el acuerdo era entre “un hombre y tantas mujeres como podía pagar”. Los conservadores sociales señalan a Adán y Eva como pruebas de su argumento de un hombre y una mujer, en particular, el siguiente versículo del Génesis: “Por lo tanto, el hombre deja a su madre y a su padre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Pero como afirma Segal, si usted cree que la Biblia fue escrita por hombres y no transmitida directamente por Dios, entonces este versículo fue escrito por personas para las que la poligamia era común (el hecho de que las parejas homosexuales no puedan procrear también fue planteado como objeción bíblica, pues ¿acaso no dijo Dios: “Creced y multiplicaos”? Los autores de la Biblia nunca pudieron imaginar el mundo del futuro de la adopción internacional y la reproducción asistida).
Ozzie y Harriet tampoco están en ningún lugar del Nuevo Testamento. El Jesús bíblico era enfáticamente soltero. Predicó un tipo radical de familia, una comunidad generosa de creyentes, cuyo vínculo con Dios reemplazaba todos los lazos de sangre. Dejen a sus familias y síganme, dice Jesús en los Evangelios. No habrá matrimonio en el cielo, dice en Mateo. Jesús nunca menciona la homosexualidad, pero condena el divorcio (dejando, en algunos casos, una escapatoria para los maridos de mujeres infieles).

El apóstol Pablo se hizo eco de la falta de interés del Señor de los cristianos en los temas de la carne. Para él, el celibato era el modelo de perfección cristiana, pero la estabilidad de la familia era la mejor alternativa. Cásense si deben hacerlo, dijo en público, pero no se divorcien. “En cuanto a los casados, les doy esta orden, que no es mía sino del Señor: Que la mujer no se separe de su marido”. Quizás sea innecesario decir que la frase “matrimonio gay”, no aparece en la Biblia en absoluto.

Si la biblia no proporciona ejemplos abundantes del matrimonio tradicional, ¿entonces en que se basan los opositores al matrimonio gay? Bueno, en la homosexualidad, por supuesto, específicamente en las relaciones sexuales entre varones. Las relaciones sexuales entre mujeres nunca han levantado tanta ira, ni siquiera en tiempos bíblicos. En su entrada sobre “prácticas homosexuales”, el Diccionario Bíblico Anchor señala que en ningún lugar de la Biblia sus autores hacen referencia a las relaciones sexuales entre mujeres: “posiblemente porque no da como resultado una unión física verdadera (mediante la entrada del miembro masculino)”. La Biblia condena las relaciones sexuales entre varones gays en unos cuantos pasajes. En dos ocasiones, el Levítico se refiere a las relaciones sexuales entre hombres como “una abominación”, pero son líneas hechas de pasada en un texto peculiar dedicado a presentar los códigos para vivir en el mundo judío antiguo, un texto que dedica un versículo tras otro a los tratamientos para la lepra, los rituales de limpieza para las mujeres que están menstruando y la manera correcta de sacrificar a una cabra. La mayoría no consultamos el Levítico antes de cortarnos el pelo ni realizamos sacrificios de sangre; nuestro conocimiento moderno del mundo superó sus fórmulas. ¿Por qué deberíamos considerar su condena a la homosexualidad más seriamente de la que dedicamos a su consejo, más amplio, sobre el precio a pagar por un esclavo?

Pablo era estricto con la homosexualidad, aunque recientemente, los eruditos progresistas argumentaron que su condena a los hombres que “se abrazaron en deseos los unos por los otros” (a lo que denomina “una perversión”) es realmente una crítica al peor tipo de perversidad: el autoengaño, la violencia, la promiscuidad y el libertinaje. En su libro “The Arrogance of Nations” (“La arrogancia de las naciones”), Neil Elliott afirma que Pablo se refiere en este famoso pasaje a la depravación de los emperadores romanos, como los hábitos cobardes de Nerón y Calígula. “Pablo no habla en absoluto sobre lo que llamamos homosexualidad”, dice Elliott. “Habla sobre cierto grupo de personas que han hecho todo en esta lista. No enfrentamos nada como el amor gay o el matrimonio gay. Hablamos de personas violentas que encuentran su final y son juzgadas por Dios”. En todo caso, podríamos añadir, Pablo habló más enérgicamente en contra del divorcio, y al menos la mitad de de los cristianos estadounidenses pasa por alto esa enseñanza.

Las objeciones religiosas al matrimonio gay no se basan en la Biblia, sino en la costumbre y en la tradición (y, hablando con franqueza, en un malestar personal con las relaciones homosexuales, el cual trasciende los argumentos teológicos). Las oraciones y rituales comunes reflejan nuestra práctica común: en el Libro Episcopal de la Oración Común se describe a los participantes en un matrimonio como “el hombre y la mujer”. Pero la práctica común cambia, y para bien, como señaló el reverendo Martin Luther King: “El arco de la historia es largo, pero se inclina hacia la justicia”. La Biblia aprueba la esclavitud, una práctica que todos los estadounidenses consideran vergonzosa y brutal. Recomienda la pena de muerte para los adúlteros (y, por cierto, en el Levítico, la recomienda también para los hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres). Proporciona una protección conceptual para los antisemitas. Una visión madura de la autoridad bíblica nos exige, como lo hizo en el pasado, ir más allá del literalismo. La Biblia fue escrita para un mundo tan distinto al de nosotros que es imposible aplicar literalmente sus reglas hoy día.

Específicamente, el matrimonio evolucionó a tal grado que ahora resultaría irreconocible para las esposas de Abraham y Jacob. La monogamia se convirtió en la norma en el mundo cristiano en el siglo VI; el frecuente disfrute de amantes y prostitutas por parte de los maridos se volvió tabú a inicios del siglo XX (en la encuesta de newsweek, 55 por ciento de los encuestados dijo que los heterosexuales casados que tienen relaciones sexuales con alguien además de sus cónyuges eran más condenables desde el punto de vista moral, que una pareja de homosexuales que establecieron un compromiso). A mediados del siglo XIX, los tribunales estadounidenses se ponían de parte de las esposas que eran las víctimas de violencia doméstica, y en la década de 1970, la mayoría de los estados se habían liberado de sus leyes de “dirigir y dominar”, que daba a los maridos el derecho a determinar dónde viviría una familia y si una esposa podría trabajar. La visión actual del matrimonio como una unión de miembros iguales, unidos en una relación tan romántica como pragmática, es radical de acuerdo con estándares muy recientes, señala Stephanie Coontz, autora de “Marriage, a History” (“El matrimonio, una historia”).

Las ceremonias de bodas religiosas ya cambiaron para reflejar los nuevos conceptos del matrimonio. ¿Recuerda cuando solíamos decir “hombre y esposa” en lugar de “Marido y mujer”? ¿Se acuerda de cuando dejamos de usar la palabra “obedecer”?
No podemos consultar la Biblia como un manual de matrimonio, pero podemos leerla en busca de verdades universales mientras luchamos por lograr un futuro más justo. La Biblia brinda inspiración y consejos sobre temas como el amor, el matrimonio, la familia y la comunidad. Habla elocuentemente del papel crucial de las familias en una sociedad justa y de los riesgos que asumimos nosotros mismos y nuestros hijos si dejemos de tratar de unirnos en parejas amorosas. A los hombres gays les gusta señalar la historia del apasionado rey David y su amigo Jonathan, con quien era “un solo espíritu” y a quien “amaba como se amaba a sí mismo”. Los conservadores dicen que se trata de una historia sobre una amistad platónica, pero también es una historia sobre dos hombres que se apoyan mutuamente en tiempos turbulentos, a través de una guerra violenta y la desaprobación de un padre poderoso. David rasga sus vestiduras a la muerte de Jonathan y, al llorar su pérdida, escribe una canción:

Por ti lleno de angustia, Jonathan, hermano mío;
en extremo querido.
Más delicioso para mí tu amor,
que el amor de las mujeres.

En este pasaje, la Biblia elogia el amor perdurable entre varones. Quizás sea mejor dejar para la historia y para nuestra imaginación lo que Jonathan y David hicieron o dejaron de hacer en la intimidad.

La Biblia brinda muchos ejemplos de los matrimonios que desafían los convencionalismos pero que benefician a la comunidad en general. La Torá desalentaba a los antiguos hebreos de contraer matrimonio fuera de la tribu, aunque Moisés estaba casado con una extranjera, Zipporah. La reina Esther estaba casada con un no judío y, según la leyenda, salvó al pueblo judío. El rabino Arthur Waskow, del Centro Shalom en Filadelfia, cree que el judaísmo prospera mediante la diversidad y la inclusión. “No creo que el judaísmo deba dejar a ninguna parte de la población humana fuera del proceso religioso”, dice. “No debemos dejar [a los homosexuales] fuera de la carpa sagrada”. El casamiento de José y María también es poco ortodoxo, un caso de un arreglo poco convencional aceptado por la sociedad para el bien común.

En la historia cristiana, el mensaje de aceptación para todos está codificado. Jesús tiende la mano a todos, especialmente a los marginados, y toma a toda la comunidad cristiana en sus brazos. El gran erudito bíblico Walter Brueggemann, profesor emérito del Seminario Teológico de Columbia, cita al apóstol Pablo para buscar el apoyo bíblico al matrimonio gay: “No hay ni griegos ni judíos, ni esclavos ni libres, ni hombres y mujeres, pues todos son uno en Jesucristo”.

La práctica de la integración, aun desafiando las convenciones sociales, apoyar a los excluidos, el énfasis en el compañerismo y la comunidad por encima y en contra del caos, la depravación, la indiferencia; todos estos valores bíblicos están a favor del matrimonio gay. Si uno apoya la igualdad racial y de la naturaleza común de la humanidad, entonces también estará a favor de la estabilidad, la monogamia y la familia. Terry Davis es pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana en Hartford, Connecticut, y presidió “uniones sagradas” desde 1992. “Estoy en contra de la promiscuidad, el amor debe expresarse en relaciones comprometidas, y no a través de relaciones sexuales informales, y pienso que la iglesia debe reconocer la validez de las relaciones comprometidas entre personas del mismo género”, dice.

No obstante, pocas denominaciones judías o cristianas aprueban oficialmente el matrimonio gay, incluso en los estados donde es legal. La práctica varía de acuerdo con la región, la iglesia o sinagoga, e incluso según el clérigo. Varias denominaciones progresistas —por ejemplo, la Iglesia Unida de Cristo— han aceptado apoyar el matrimonio gay. Otras denominaciones y diócesis realizan ceremonias de “unión sagrada” o “bendición”, pero huyen de la palabra “matrimonio” porque es políticamente explosiva. Así que la frustrante pregunta semántica permanece: ¿las personas gays deben casarse en el mismo sentido sacramental que las personas heterosexuales? Yo opino que sí. Si todos somos hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza, entonces negar el acceso a cualquier sacramento con base en la sexualidad es exactamente lo mismo que negarlo con base en el color de la piel, y ninguna persona seria podría negarlo. Las personas se casan “para su mutuo regocijo”, explica la reverenda Chloe Breyer, directora ejecutiva del Centro Interdenominacional en Nueva York, citando la ceremonia matrimonial Episcopal. Eso es lo que hacen las personas religiosas: cuidarse unas a otras a pesar de la dificultad, añade. En el matrimonio, las parejas se acercan a Dios: “Estar juntos en la comunidad es la forma de amar a Dios. De eso se trata el matrimonio”.

Sin embargo, la necesidad humana es más básica que la teología. Al igual que Abraham, queremos envejecer rodeados por amigos y familiares y ser enterrados por fin tranquilamente entre ellos. Queremos, como Jesús nos enseñó, amarnos unos a otros por nuestro propio bien; y no ser demasiado grandilocuentes con relación a ello, para bien del mundo. Queremos que nuestros hijos crezcan en hogares estables. Realmente, lo que ocurre en el dormitorio no tiene nada que ver con esto. Mi amigo, el sacerdote James Martin, dice que su escritura favorita relacionada con la cuestión de la homosexualidad es el salmo 139, una canción que elogia la belleza y la imperfección en todos nosotros y glorifica el conocimiento de Dios con respecto a nuestra vida más secreta: “Te alabo porque estoy terrible y maravillosamente hecho”. Y luego añade que en su corazón cree que si Jesús estuviera vivo hoy, extendería la mano especialmente a los homosexuales y a las lesbianas que se encuentran entre nosotros, porque “Jesús no quiere que las personas estén solas y tristes”.

2 comentarios:

  1. Magnífica recopilación de textos, creo que yo también lo voy a reflejar en mi blog para que llegue al mayor número de personas. Gracias.

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  2. Hola de nuevo. Me han dado uno de esos "premios" a blogs que sirven para promocionarnos unos a otros y yo he querido concedérselos a mis favoritos, entre los que te encuentras. Te cito hoy en mi entrada. Un abrazo.

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