"Rezar no funciona. El preservativo Sí". "El preservativo sí protege!"
Este lema es parte de una campaña lanzada por la ONG Italiana Arcigay para promocionar el uso del condón, con el objetivo de prevenir la infección por VIH/ SIDA.
Asimismo, puede ser con toda probabilidad una respuesta a las declaraciones que Herr Ratzinger hizó en África hace tan solo unos meses: que el condón no solo no protege sino que agrava la enfermedad.
Y es que la Iglesia Católica lo único que le dedica a esta enfermedad es desinformación y señalamientos de "enfermedad moral". Al Papa neonazi le antecedieron las declaraciones irresponsables del cardenal Alfonso López Trujillo quién fuera en su momento el presidente del Consejo Pontificio para la Familia, al aseverar que "tenía pruebas" de que los laboratorios fabricantes de condones les hacían a estos "pequeños orificios" !Por donde el virus del VIH podía atravesar!
El año pasado la sede vaticana emitió un comunicado en el cual calificaba al VIH/ SIDA como una "enfermedad moral". Palabras que tienen como antecedente las fundamentalistas declaraciones de Agnes Bojaxhiu (mejor conocida como "La Madre Teresa de Calcuta"), quién consideraba al VIH un "justo castigo de dios para una sexualidad incorrecta".
Hasta hace unos años la derecha cristiana (ecumenismo de varios dogmatismos cristianos que hacen mancuernilla con el ultraconservadurismo radical) hacía lobbys en la política, a menudo con éxito, con el objetivo de promover la abstinencia como el "mejor remedio" (sino es que el único) para combatir la propagación de enfermedades de transmisión sexual; al condon apenas le dedicaba algunas palabras de condena, repugnancia y aversión. No obstante, si bien se alcanzaba el éxito por la inclusión de la abstinencia en las políticas públicas, no fue (ni será) exitoso el ambicioso propósito de la misma, ya que aunque a la sociedad se les hablara enfáticamente sobre "fidelidad y abstinencia" no solo está no dejó de tener relaciones sexuales sino que además las tenía con un grave factor de riesgo: no usaban protección; en primer lugar porque jamás se les había hablado del uso del condón, y en segundo lugar porque en caso de que éste se distriuyera solo estaba destinado a los mal llamados "grupos de riesgo", los cuales según las políticas de "solo abstinencia" comprendían personas dedicadas al sexoservicio, drogadictos y personas sexualmente activas... al resto de los grupos de "bajo riesgo" les era negado el acceso a la distribución de condones (lo cual es especialmente devastador para aquellas personas de escasos recursos), creyendo que al no estar contemplados dentro de los de "alto riesgo" eran "prácticamente inmunes" a la enfermedad. Lo único que hizo la abstinencia fue, en efecto, empeorar el problema. Y es que la sexualidad humana es un impulso biopsicosocial tan poderoso que ningún dogma religioso de odio hacia el cuerpo y la sexualidad puede frenar o incluso pretender que sea ignorado.
Con respecto a los "grupos de alto riesgo" hay quién dice que es un error encasillar a las personas en tal categoría, debido a que el nombre de esta categoría envía el mensaje implícito de que el VIH/ SIDA es una irremediable inherencia de ellos, es decir, afirmar de entrada que ellos son los "portadores primerizos e iniciales de la enfermedad, y que por lo tanto si se evitan entonces también se evita la enfermedad"; además de crear un sentimiento de derrotismo, estigma y apatía a la enfermedad y su prevención en aquellas personas encasilladas en la categoría de alto riesgo: "¿Para que me cuido? Si de todos modos me va dar y moriré dado que pertenezco a dicha categoría". Como tal nombre era una falacia de principio a fin (por decírlo así: ¿entonces el resto son inmunes a la enfermedad?), se sustituyó esta nomenclatura por una no falaz; de este modo a los grupos más afectados por la epidemia se le clasificó como "grupos vulnerables" y ya no como grupos de riesgo. Decir que un grupo de personas es vulnerable a una epidemia significa que por "x" o "y" razón esos grupos son afectados mayormente por la epidemia sin llevar indeleble el estigma de la enfermedad ni dar por sentado que el resto de la población es inmune a sus efectos.
Con respecto a las declaraciones de enfermedad moral vale decir, de entrada, que la infección por VIH es puramente biológica. Que los factores de riesgo puedan poseer en un momento dado algunos componentes morales es otra cosa. Como sea, cabe la misma enorme interrogante de siempre en primer lugar ¿enfermedad moral... de acuerdo a la moral de quién? Supongo que, como siempre, la ICAR se refiere a su moral poco realista. En segundo lugar, es sorprendente notar como quiénes se adhieren a dicha moral católica irrealista se han ido convirtiendo, progresivamente con el paso de los años, en grupos vulnerables a la epidemia; asi, vemos que las amas de casa "a la catolica" (monogamas, fieles, sumisas a las ordenes del marido y dedicadas muy exclusivamente al hogar y los hijos) ahora ocupan un lugar dentro de los grupos vulnerables afectados por el VIH/ SIDA ¿A ellas también se les tildará de "enfermedad moral", o incluso de que fue un "justo castigo de dios"?
Por supuesto, con lo anterior no quiero decir que la monogamia esté mal (o bien) o que el hecho de tener varias parejas sexuales esté bien (o mal), dado que esa es una valoración personal de cada quién. Lo que trato de decir es que existen algunas normativas morales tan irreales que rozan consideraciones muy peligrosas para el bienestar personal, como considerar a la monogamia y la fidelidad el "mejor remedio contra el VIH": creen que la monogamia y la fidelidad proveen un "escudo de inmunidad" contra la enfermedad... ignorando las posibilidades de un(a) conyugé infiel (sobre todo en los círculos religiosos donde existen varias dobles facetas) o incluso de intentos de ultraje sexual. Opino que nuestras consideraciones acerca de la sexualidad, pero sobre todo el modo en el cual las llevamos a la práctica, influyen demasiado en la adquisición o no adquisición de una enfermedad de transmisión sexual; por ejemplo, una persona bien puede optar por tener varias parejas sexuales a su vez o una relación de pareja abierta (previo consentimiento de la otra parte), pero si toma las respectivas precauciones y se cuida en cada encuentro entonces no tendrá el riesgo de adquirir alguna (salvo que tenga el descuido de colocarse mal el condón o que use uno caduco, en tales casos se romperá). En caso de que se opte por la monogamia, ambos conyugés deben estar completamente seguros de que dicho acuerdo monógamo no se romperá por alguna u otra parte, de lo contrario se caerá en la doble cara e hipocresía. Ninguna consideración de la sexualidad es más funcional que otra, ambas tienen sus pros y sus contras.
Reconozco que aunque el uso del condón es una condición necesaria e impresdincible para evitar la transmisión del VIH y otras Infecciones de Transmisión Sexual, no es suficiente. Pero ni la fidelidad, ni la monogamia y menos la abstinencia por sí solas resultan una solución al problema. Junto a las campañas de concientización del uso del condón deberían coexistir otras sobre educación sexual, de aprecio por el cuerpo y la sexualidad, con el objetivo de disminuir lo más que se pueda el daño causado por las religiones al difundir por años y años el odio y la fobia a todo lo que haga llamar sexualidad.
Por último y con respecto a esos supuestos "agujeritos" de los condones, resulta curioso como nada más se ha expresado en ese sentido la ICAR (y sus subordinados "profesionistas"), pero ninguna academia, organización u organismo científico serio y renombrado. Una de dos cosas: o la ICAR es "víctima" de un malvado complot científico a escala mundial, o simplemente se inventan sus garabatos de siempre con tal de imponer sus dogmas. Su poder social se acaba, y prueba de ello es que tienen que recurrir a las mentiras para que les hagan caso... porque a sus dogmas ya casi nadie.
Como siempre, al final de cuentas: "Rezar no funciona. El Preservativo Sí!"
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