Cada quién tiene derecho a decir u opinar lo que se le venga en gana, pero dicho derecho a expresarse libremente no garantiza que dicha opinión deba estar excenta de toda crítica (e incluso de sanciones si su propósito es hacer apología de algún delito), y menos si lo emitido es un llamado a la ignorancia, pero sobre todo al genocidio masivo.
Que una persona común y corriente diga en la calle que no está de acuerdo con el llamado de la ONU a despenalizar la homosexualidad en aquellos países donde encarcelan e incluso asesinan a las personas de dicha minoría solo porque "no es algo aceptable para su juicio" podría ser un episodio penoso, pero de ahí no pasa a mayores, está en todo su derecho de opinar pero también las personas comprometidas con los derechos humanos están en todo su derecho de recriminarle por su opinión cuyo contenido homófobo es extremista (¿entonces está de acuerdo en que las masacren?). Pero, cuando dichas palabras son emitidas por nada más y nada menos que por el nuevo presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas el asunto adquiere un tono más serio.
¿Por qué? Resulta que la ONU en teoría debe ser un organismo limpio, lo mayormente posible, de todo tipo de ideologías facistas, ignorantes y apologías promotoras del delito; esto porque dicho organismo internacional posee el deber de velar no solo por todos los derechos humanos y civiles de los poco más de 7 mil millones de personas que vivimos en este planeta, sino también de darle consistencia, contenido y aplicación adecuada a los derechos del niño, los derechos de la mujer, los derechos de las minorías sexuales, los derechos de las personas con discapacidad, los derechos de quienes viven con VIH/SIDA, los derechos de los migrantes, pero además guarda estrecha relación con otras organizaciones de mayor peso, tales como la OMS que da los lineamientos y directrices internacionales en materia de salud, y la UNESCO que provee de marcos educativos a los distintos países. Con todas esas grandes responsabilidades y todavía más, se justifica que la ONU debe estar lo mayormente desprovista de tiranías y facismo, de personas ignorantes que podrían poner en peligro, de un modo u otro, a practicamente todo el planeta.
Sin embargo, desconozco lo que le ha estado pasando a la ONU en estos últimos años, no sé si será por ignorancia e ingenuidad, o sea producto de un cuestionable acomodacionismo ideologico, pero últimamente ha estado poniendo en el mismo contenedor para mascotas pitones y conejos, con el riesgo latente de que los primeros terminen, con toda seguridad, engullendo a estos últimos. Me explico: por un lado ha dado pasos admirables como la Declaración aprobada el día 18 de diciembre del 2008 en la cual hace un llamado para despenalizar la homosexualidad en aquellos países donde se castiga con la cárcel e incluso con la muerte y garantizar la protección de las garantías y derechos para el mismo sector LGBT... pero por otro lado, antes de aprobar dicha Declaración aprobó otra, esta elaborada por los países cuya religión oficial es el Islam y con el respaldo de los líderes genocidas Abdalá bin Abdelaziz (Rey de Arabia Saudita) y Mahmud Ahmadineyad (en complicidad con el líder islámico radical Alí Jamenei) , en la cual se prohíbe por explícito criticar al Islam y a otras religiones (pero principalmente al Islam), declaración que cerró la puerta a la libertad de expresión y con ello a criminalizar la blasfemia, e incluso las criticas necesarias hacia la religión cuando claramente está delinquiendo de un modo u otro (por ejemplo cuando un clérigo católico esté violando menores con el respaldo de los líderes católicos ya podría no ser permisible decir que la ICAR esconde a pedófilos entre sus filas, o cuando un clérigo islámico hace en público apología del asesinato contra mujeres, no islámicos, homosexuales y judíos ya no podrá decirse que su ideología es genocida y peligrosa para la sociedad en general, porque dado que dicha declaración contra la blasfemia es inespecífica con respecto a que es "insultar o difamar" puede ser fácilmente abierta a varias interpretaciones, por supuesto, en favor del facismo religioso).
Pero no solo ello; la UNESCO estuvo a un pelito de tener como Secretario General a Faruk Hosni, creyente islámico de quién se dice es de tendencias antisemitas. Hosni y los islámicos que le apoyan desde su nación pretenden, como muchos creyentes, hacer pasar las acusaciones que pesan sobre él como una "conspiración", un "complot" de los siempre odiados por el Islam EUA e Israel. En Mayo del 2008 y en respuesta a las protestas de un parlamentario islámico-integrista por el supuesto hecho de que en las bibliotecas egipcias existen libros israelíes que "insultan" al Islam, Hosni le prometió "Si hay libros que insultan el Islam, me los traes y los quemaré". Faruk, que es Ministro de Cultura de Egipto, alegó que dichas declaraciones a pesar de ser reales fueron sacadas a la luz malintencionadamente, puesto que lo que quiso realmente decir con ellas, según él, era mandar al diablo al parlamentario integrista. ¿Quién le cree esa boba excusa? Ni él mismo probablemente.
La Asamblea General de las Naciones Unidas no corrió con la misma suerte, y esta vez tiene como su presidente a un hombre, de aparentes convicciones islámicas integristas, al libio Ali Abdussalam Treki, quién dijo sin la menor medida de sus palabras que no estuvo bien el llamado que hicieron en diciembre del 2008 sesenta y seis países de la ONU para despenalizar la homsexualidad en aquellos países donde se sanciona desde con la cárcel hasta con la muerte, puesto que a su juicio "no es aceptable". Su argumento es que en la mayoría del mundo no es aceptable, recurriendo a la falacia cuantitativa, aquella que dice "algo es bueno porque muchos lo hacen"; Treki cree que está bien discriminar homosexuales, encarcelarlos, torturarlos y asesinarlos solo porque en gran parte del mundo predomina este tipo de discriminación por orientación sexual, como si algo fuera correcto solo porque muchos lo hacen. Pero Treki también tiene un flamante currículum, es un hombre allegado a terroristas, es uno de los hombres de confianza del dictador Muammar al-Gadaffi, bestia negra de Estados Unidos en los ochenta pero que ha acabado por convertirse en uno de los líderes árabes aliados de Occidente, pese a que nadie duda de la participación libia en la comisión de diversos atentados terroristas, como la explosión de un avión de pasajeros sobre la ciudad escocesa de Lockerbie en 1988.
Ya las organizaciones en defensa de los derechos LGBT, tal como la ILGA, emitió un comunicado condenando las palabras del islámico integrista (no se puede opinar otra cosa de él, solo dos tipos de personas se opusieron a que se despenalizara la homosexualidad: los líderes integristas de los países islámicos y la ICAR, y dudo mucho que Treki sea alguna clase de ultracatólico), reprochando sus palabras que son dignas de un apologista del genocidio. Como he dicho, la libertad de expresión permite expresar la opinión ajena, pero no la blinda contra los críticas y las condenas, y menos cuando la persona que hizo tales declaraciones homófobas se encuentra en un puesto muy delicado.
Y a todo esto me pregunto yo ¿Hasta donde será capaz la ONU, de tolerar estas muestras de integrismo islámico cavernario? No es algo que incumba solamente a nosotros los gays, nos incumbe a todos por igual, puesto que el integrismo islámico es hostil y agresivo con TODOS LOS DERECHOS HUMANOS Y CIVILES. Lo único que les importa es imponer su doctrina de armas, piedras y sogas.
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