Ya chole con la influenza
Ojo por ojo
Álvaro Cueva
Lo que estamos viviendo no es una epidemia de influenza, es un fenómeno social interesantísimo que amerita varios análisis completos.¿Por qué? Porque si estudiamos esta mezcla de emergencia, duda, política, espectáculo e irresponsabilidad por la que hemos estado pasando, vamos a entender cosas nuevas, y otras no tan nuevas, de nosotros.
Y en la medida en que las entendamos, las vamos a poder utilizar a nuestro favor.
¿Qué es lo que ha estado pasando aquí? La aparición de un nuevo virus en territorio nacional.
¿Es un virus macabro que desintegra a los seres humanos, que mata más gente que otros virus que llevan décadas conviviendo con nosotros o cuyas cifras superan a las del crimen organizado? No.
Lo curioso es que México y el mundo entero reaccionaron con un pánico monumental.
Yo tengo la hipótesis de que esto sucedió porque los hombres y las mujeres del siglo XXI tenemos una predisposición a la histeria colectiva alimentada, entre otras fuentes, por los medios de comunicación.
Por un lado, los que no vieron en vivo los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 recordarán lo del ántrax, lo del gas sarín en Japón o lo de la gripe aviar en China.
Por el otro, la industria del entretenimiento no ha parado de alimentar la mente de la humanidad con experiencias igual de aterradoras.
Si hay especialistas que afirman, por ejemplo, que el cine y la televisión prepararon al pueblo de Estados Unidos para tener un presidente negro, ¿quién no le dice a usted que esas mismas industrias prepararon a la humanidad para temblar de miedo ante la noticia de la aparición de un nuevo virus?
Algunos periodistas, sobretodo los de los medios electrónicos, le han estado pidiendo a la ciudadanía que conserve la calma ante la epidemia de lo que ahora se llama influenza humana (los cerdos también tienen su dignidad).
¿Pero cómo vamos a conservar la calma si, de acuerdo con nuestras referencias del cine y la televisión, siempre que nos piden eso es porque corremos el peor de los peligros?
¿Cómo, si mientras estas señoras y estos señores nos están tratando de tranquilizar con palabras dulces, nos bombardean con imágenes de multitudes con tapabocas, con escenas de personas desesperadas en los centros de salud o con secuencias de hombres y mujeres vaciando los supermercados?
No hay cerebro que pueda conservar la calma ante estímulos tan violentos. Y ni modo de ocultar estas imágenes. Sería mentir.
Igual, en muchos foros se ha discutido que cómo es posible que los mexicanos dudemos de la existencia del virus de la influenza humana o que creamos que es un complot.
¡Caray, qué mala memoria! La burra no era arisca, los palos la hicieron, y a los mexicanos nos han dado tantos palos durante tantos sexenios que lo raro, en el caso de esta epidemia, hubiera sido no dudar.
Además, alrededor de esta crisis ha habido un ingrediente particularmente raro: la moralidad.
Más allá de las recomendaciones higiénicas, lo que más se le ha pedido a la gente ha sido que se porte bien.
Es decir, que se quede en casa, unida, sin tocarse, en familia, jugando juegos de mesa.
¿Cuándo un medio de comunicación le había recomendado a su público los juegos de mesa? ¿Qué diablos tienen que ver los juegos de mesa con una emergencia sanitaria?
¿Por qué juegos de mesa y no videojuegos? ¿Porque los videojuegos son satánicos y el Scrable, no?
Esto tiene que ser síntoma de algo porque dudo que la Secretaría de Gobernación haya llamado a cada noticiario de cada estación de radio y televisión para promover el Scrable.
En este mismo sentido, yo no creo que sea casualidad la avalancha de odio que se ha desatado, a escala nacional, contra los chilangos, y a escala internacional, contra los mexicanos.
Ni tampoco que miles de personas se hayan tomado muy en serio la emergencia sanitaria para faltar al trabajo, pero no para saturar los destinos turísticos de fin de semana ni los remates de temporada de algunas tiendas.
¿Qué es lo que está pasando aquí? Muchas cosas relacionadas con emergencia, duda, política, espectáculo e irresponsabilidad, pero también con moralidad, exageración, odio, apariencias y adicción a la adrenalina; cosas que ameritan varios análisis completos.
Sea lo que sea, ya chole con la influenza. Regresemos a la normalidad.
¡Atrévase a opinar!
Magnifico y brillante artículo, me ha gustado mucho y suscribo todo lo que este columnista escribe. Me lo quedo, porque está genial.
ResponderEliminarUn saludo,